El análisis ambiental requiere no solamente el estudio de los ecosistemas, sino igualmente el análisis de esa estructura compleja en la que vive y actúa el hombre y en la que también muere. Los hombres viven y mueren no como átomos aislados, sino como productos sociales. La
estructura se pudre por alguno de sus rincones y allí se acumula la muerte. Eso lo sabemos muy bien en la dolorosa experiencia que se asoma cada noche a nuestra ventana televisiva. La violencia social, no solo la que se ejerce a través de sicariato, sino la que se practica legalmente
a través del poder, repercute a su vez en la muerte lenta de la naturaleza. La biodiversidad está desapareciendo destruida por los cultivos de amapola y por el veneno rociado desde los aviones. Los ríos se pudren y a lo largo de ellos se apiñan los desplazados urbanos. El hacha sigue
penetrando en la selva húmeda y ello no tiene que ver con la epopeya de la libertad individual, sino con la tragedia de los marginados del campo.
Extracto de las palabras de Augusto Ángel Maya en el Segundo Aniversario IDEA
CONOCE MÁS